Según la doctora Elizabeth Kubler Ross[1], existen cinco etapas o fases de duelo. Expongo a continuación un gráfico y una breve exposición de dichas etapas, ya que estas expresan con claridad esta experiencia dolorosa.
Durante la primera etapa del duelo, “Negación y aislamiento”, uno se opone a la idea de que tiene una enfermedad mortal o puede ser también que el paciente se aísle del resto de la gente, reacciones consideradas como normales y como una forma de protección provisional a sí mismo, las cuales serán más tarde sustituidas por una aceptación parcial.
La negación puede funcionar como un amortiguador después de una noticia tan impresionante o inesperada como ésta. Tanto para el moribundo como para el que comienza el proceso de duelo antes de la separación, es la primera fase el rechazo a la verdad. Es necesario para ambas partes pasar por esta fase para suavizar el dolor.
La “Ira”, segunda etapa, sustituye la negación que tiene el paciente por los sentimientos de rabia, coraje, envidia y resentimiento; aquí surgen todos los porqués. Los pacientes moribundos suelen quejarse por todo, todo les parece mal y es criticable, pudiendo responder después con culpa, vergüenza, dolor y lágrimas. Es una fase difícil, pues la ira se desplaza en todas direcciones, incluso injustamente.
En muchas ocasiones, los que están cerca del enfermo no se preguntan el porqué de su ira y se lo toman como un ataque personal, cuando esto no es así y más bien es parte del proceso. La doctora Kübler recomienda a quienes rodean al paciente no reaccionar con más ira, pues esto puede provocar una conducta hostil en él.
Aconseja, en lugar de esto, aceptar la ira irracional del afectado, entendiendo que al expresarla le ayudará a aceptar mejor su pérdida. Podríamos decir así que es un reconocimiento de la verdad por ambas partes.
Elisabeth Kübler Ross llama a la tercera etapa “Pacto” porque, como el enfermo no ha sido capaz de afrontar la verdad durante la primera fase y se ha enojado con los demás en la segunda fase, surge ahora la necesidad de querer llegar a un acuerdo para procurar superar esa desagradable vivencia por la que está pasando. Este sería el compromiso real con la verdad a la que se enfrenta. Menciona Kübler Ross que, durante sus investigaciones, la mayoría de los pacientes hacían el pacto con Dios. Es curioso en esta fase el hecho, como en un intento de encontrar sentido a lo que se está viviendo, la mayoría de los pacientes intenten hacer este pacto haciendo incluso el esfuerzo por encontrarse con la fe, teniendo en cuenta que muchos se han denominado ateos. ¿Por qué una persona que incluso puede haber sido atea en la fase terminal de su vida establece un acuerdo con Dios? ¿Es quizá un intento de rectificar un punto de inflexión a lo largo de la vida que hoy es crucial replantearse?…
Después de haber pasado por las fases anteriores, el paciente y los acompañantes del duelo pasan por una etapa de depresión y tristeza profunda, abatimiento ante la verdad, en la que todos los sentimientos anteriores pasan a ser sustituidos por una sensación de pérdida. Por esto, la cuarta etapa del duelo es llamada “Depresión”. Kübler Ross recomienda que el moribundo viva este sentimiento, y aconseja a las personas cercanas a éste no alentar al enfermo a que vea el lado positivo de la situación, pues eso evitaría que el moribundo pensara en su propia muerte; sería absurdo decirle esto cuando los demás también se ponen tristes al perder a un ser querido. Si se vive esta etapa y se enfrenta al dolor que consigo lleva, al enfermo le será más fácil aceptar la realidad y los que lo acompañan podrán aceptarlo y vivirlo con más serenidad.
“La aceptación” (quinta etapa), llega cuando todas las demás se han experimentado; el enfermo no se sentirá abatido ni enfadado por su “destino”. Sin embargo, aceptación no es sinónimo de felicidad, más bien es como si el dolor no existiera más. En esta etapa es normal que el doliente se sienta débil o cansado y por ello tenga la necesidad de dormir o descansar, aunque de diferente manera que en el proceso de depresión: ahora es con tranquilidad, muy parecido al sueño de un bebé recién nacido. Comienza a sentirse una cierta paz, pudiendo estar bien ya sea solo o acompañado; la vida se va imponiendo. Todos comienzan una reconciliación con la verdad.
Es importante vivir cada una de las etapas del duelo, para llegar finalmente a la aceptación. Si uno se queda trabado en alguna etapa del duelo, esto puede llegar a convertirse en una enfermedad, en un duelo patológico, incluso pudiendo ocasionar en un futuro enfermedades físicas.
“La reacción ante una pérdida trágica es siempre resistirse o ceder. Algunas personas se vuelven amargadas y profundamente resentidas; otras se vuelven compasivas, sabias y amorosas. Ceder implica aceptar internamente lo que es, es abrirse a la vida”.
Las fases de dolor comienzan en el momento que uno recibe la noticia sobre la futura pérdida, en este caso que nos compete, por la pérdida de la vida. Tanto el paciente como la familia, los amigos más cercanos, empiezan a experimentar también a su vez estas fases de dolor ante la realidad que se plantea.
Ante la separación inminente, el dolor es más profundo y se sufren diferentes reacciones a nivel físico, emotivo, mental, espiritual y social. Debemos darnos tiempo y confiar en que saldremos adelante y que tan solo se necesita un tiempo de adaptación para aprender a vivir de nuevo en la ausencia del ser querido.
En un momento así se debe pensar mucho en uno mismo, tratar de ser conscientes de lo que se está pensando y sintiendo, y expresar todas las emociones, ya que esto ayuda a avanzar en el proceso y, de esta forma, recuperarse de la pérdida. Tal vez lleguen muchos consejos que la gente da con buena intención pero que se contrarían con lo que se siente. Hay que escuchar primero al propio cuerpo, las propias emociones, y hacerles caso.
Pero lo cierto es que uno se siente muy solo cuando sufre la pérdida de un ser querido. Nos negamos a creer que vaya a suceder y nos seguimos negando cuando ha sucedido. Negarse al dolor, encapsularlo de alguna manera, ya sea metiéndose de lleno en el mundo laboral o intentando no conectar con el dolor, no va a hacer que el dolor desaparezca, pues ese dolor sigue latente dentro de uno. No es que se vaya, sino solamente queda silenciado, y muchas veces es el cuerpo el que se encarga de expresar lo que nosotros no podemos hacer en forma consciente. Así se producen también enfermedades o síntomas de ellas, como ansiedad, mareos, ataques de pánico, dolores de cabeza, taquicardias, etc.
La negación nos impide el crecimiento y aceptar la verdad nos contacta con lo real. De este modo podemos ser realmente felices.
Cada duelo es único porque cada relación es única; así también serán las formas y los tiempos de cada uno para ir atravesando cada etapa en cada proceso. Ojalá algún día lleguemos a tener paz y sintamos que podemos seguir adelante con nuestras vidas en honor a los que se fueron antes y a los que están al lado nuestro acompañándonos en este camino.Se hace necesario cada vez más el tomar conciencia, contemplar y llegar a un entendimiento sano de la vida y la muerte, que son lo mismo. Actuamos según nuestras creencias y realmente es ahí donde está la llave de la liberación del sufrimiento.
BIBLIOGRAFÍA:
Kübler Ross Elisabeth. Sobre la muerte y los moribundos. Grupo Editorial Random House Mondadori, S. L. Barcelona, 2004.Tizón, Jorge L.
Pérdida, pena y duelo. Vivencias, investigación y asistencia. Fundación Vidal. Editorial Paidós. 3ª impresión 2009Rojas, Santiago (2007)
“Vivir mejor el duelo y las pérdidas” en Bucay, Jorge.
Mente Sana, la revista de psicología positiva. Nº 19. RBA Grupo Editorial. Barcelona.Tolle, Eckart.
Una Nueva Tierra. Grupo Editorial Norma. 2005.
Fuentes imágenes: Mundofoto.com
[1] Fuente: Elizabeth Kübler Ross, Sobre la muerte y los moribundos, Grupo Editorial Random House Mondadori, S. L. Barcelona, 2004, p. 59-177
[2] Vid. Tolle, Eckart Una nueva tierra, grupo editorial Norma, 2005 p.26