Los abuelos y el tiempo que nos dedicaron


Hoy quiero hablar de los abuelos, las figuras importantes en los sistemas familiares.

Los abuelos y abuelas, conservan las tradiciones, mantienen y transmiten la experiencia. Desde la sabiduría, transmiten la calma y la seguridad. Desde las tradiciones, lo mejor para vivir y desenvolverte en la vida. A pesar de ello, los hijos que fueron criados por ellos, necesitan vivir y experimentar por sí mismos cuando crean una familia, pero definitivamente acaban mirando sus raíces, donde se halla la sabiduría.

Recuerdo haber escuchado a mi madre decir muchas veces, que al casarse con mi padre, se fueron a vivir cerca de los padres de mi padre (mis abuelos) y que su suegra le enseñó a hacer algunas comidas y tareas del hogar, que era otro aprendizaje distinto al que había recibido de su familia.

Aprender otras formas de hacer las cosas es muy importante, porque esto ayudará a hacer finalmente lo propio entre ambas fuentes de conocimiento. Pero también vio otros valores y formas de vivir que le ayudaron a experimentar nuevamente, y buscar lo que uno desea realmente hacer con su vida y cómo desea vivirla.Así, viendo que tanto mi padre como mi madre valoraban a sus padres, yo vi a mis abuelos personas importantes en mi familia. Yo sentía que se contaba con ellos y que sus opiniones eran importantes.

Pero, realmente, lo que yo experimenté con mis abuelos era mucha ternura. Ellos creían en mi, confiaban en mi y me sentía como un tesoro que ellos cuidaban y mimaban con mucho esmero y dedicación.

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Mi abuelo Jorge

Me encantaba ir a pasar el fin de semana a casa de mi abuelo Jorge y mi abuela María (padres de mi madre). Recuerdo que el domingo me despertaba amaneciendo con el olor a tostadas hechas a la lumbre y escuchaba como mi abuela rascaba lo quemado con el cuchillo… aquel sonido… (pensará el lector que estoy loca, pero alguna vez me he despertado a las 6’30 de la mañana oliendo a tostadas recién hechas y no puedo evitar el recordarlos con una sonrisa). Al rato escuchaba a mi abuelo levantarse y casi podía escuchar el beso que le obsequiaba en la mejilla frente al fogón. La casa era muy antigua, olía a humedad, las paredes eran de yeso y algunas losas se movían. Podía sentir sus pasos por el largo pasillo de la casa y el momento en el que pasaba por la losa que se movía.

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Mi abuela María

Me encantaba despertar con el canto del gallo. Al poco tiempo me levantaba deseosa de saborear un desayuno tan delicioso como el de mi abuelo. Ahh… el delantal gris con cuadros de mi abuela… Ese delantal sirvió para muchas cosas, pues nunca se lo quitaba a lo largo del día a no ser que saliera a la calle. Tanto sirvió para cocinar, como para esconder mis cromos o llevar el pañuelo que enjugaría mis lágrimas en algún momento, también para mojar una esquinita y limpiarme la cara de algún tizne. Tanto la abracé que hoy puedo sentir el tacto del tergal, los dibujos de los cuadros y su color gris pegados a mi cara y la sensación de su abdomen blando sobre el que me apretaba cuando me rodeaba con sus brazos, y esa olor a comida y a limpieza que siempre la rodeaba.

Después de desayunar, subía con mi abuelo a la terraza sobre la casa a ver las gallinas, darles de comer y coger huevos. Mi abuelo enseguida se arreglaba y se iba a la calle, y yo me quedaba con mi abuela hablando, siempre hablando. Me encantaba dibujar en el mirador que tenía la casa y viendo pasar los coches y la gente, la vida en la calle.

También me gustaba registrar el escritorio que tenía mi abuelo en el salón y leer alguno de sus poemas que siempre guardaba en el cajón.

“Mi abuelo Jorge, iba a casa cada dos sábados a que mi madre le cortara el pelo. Siempre nos llevaba una caja de galletas napolitanas grandes que a mi me gustaban mucho (¡cómo no!). Después de cortarse el pelo, pasaba a la cocina ya para almorzar su tinto y una tapita de bacalao y queso. A mi siempre me ha gustado el bacalao, pero creo que porque le gustaba a él. Por eso cada vez que lo como, lo recuerdo especialmente.

El rato que venía después me encantaba. Me pedía la guitarra y se ponía a tocarla mientras recitaba alguna de sus poesías o se inventaba una para mí. Yo lo escuchaba con mucha atención, y desde mi corazón deseaba con todas mis fuerzas tocar, cantar, recitar poesía, y escribir… como él… como él… con su forma particular de ser.

Nunca olvidaré la figura de aquel hombre alto, muy delgado, mellado y con rostro enjuto, que asomaba por la calle sábado si, sábado no,  con un paquete de napolitanas envueltas en papel marrón con un hilo cruzado y su portapapeles de cuero negro bajo el brazo y su boina puesta sobre su calva.” (Extracto de Mi Diario)

Doy gracias por Jorge, que me enseñó a desear con todas mis fuerzas, cuando quiero conseguir algo en la vida. Qué buen coach!!

“También recuerdo cuando mi abuela María me enviaba a la tienda de enfrente a comprar helado para las dos. Ella lo tenía prohibido por el médico, pero yo no entendía muy bien por qué. El caso es que me daba dinero y yo también me compraba helado. Y las dos disfrutábamos comiéndolo mientras que mi tía Encarni se había ido a misa y nos había dejado solas. A mi abuela María le gustaba mucho el turrón. Cuando hoy día veo a mi madre comer turrón… me recuerda mucho a ella.” (Extracto de Mi Diario)

Mis abuelos me enseñaron a disfrutar de las cosas sencillas, porque ellos así lo eran. Me enseñaron que para ser travieso hay que tener experiencia y libertad, como ellos.

Pero si estos abuelos eran personas muy importantes para mi, también lo fueron los padres de mi padre: mi Papá Juan y mi Mamá Adela. Ellos vivían en la calle detrás de mi casa, los tenía cerca y los veía casi a diario. Mi “Papajuan” era un hombre muy querido por todo el vecindario, porque era muy servicial y le gustaba ayudar a la gente. El trabajaba en la empresa de aguas de Murcia, que entonces pertenecía al ayuntamiento. En tiempos de guerra ayudó a mucha gente, pero sobre todo era muy querido porque cuando alguien a su alrededor tenía problemas, él siempre encontraba la manera de ayudarle. Fue apodado como “Juanico el de las aguas” y si yo fui alguna vez de su mano por la calle siempre se paraba a hablar con todo el mundo que se cruzaba en el camino y me gustaba observar como lo querían.

Recuerdo su rostro arrugado, su mirada de bueno y su nariz sobresaliente, como la tiene mi padre y como la tengo yo. Para él no existían los semáforos y hasta bien mayor, estuvo cruzando las calles y avenidas por donde no debía. Los vecinos constantemente le decían a mi padre que habían visto a su padre cruzando la carretera fuera del semáforo y pitándole los coches. Por más que le decían, él no atendía a razones.

Mi “Papajuan” tenía lo que la gente llamaba popularmente “gracia en las manos”. El nació en viernes santo. Vecinos y amigos iban a que les pusiera las manos y les aliviara sus dolores, sabía de unguentos y hierbajos que venían bien para quitar dolores. Un hombre bondadoso y generoso, que siempre lo daba todo por el bienestar de los demás.

El fumaba Sombra y recuerdo que ya de mayor, me fumaba los cigarros con él para que me invitara (los intereses de la adolescencia).

Mis abuelos paternos Adela y Juan

Pero si algo me gustaba era sentarme en la sala de estar con mi “Mamadela” y ver la tele con ella, observar cómo se arreglaba las uñas y se las pintaba con esmalte rosa nacarado. O pasar las tardes en su casa y hacer los deberes en la terraza. Más tarde, con los años, se acomodó en un sillón, y siempre se aquejaba de algún dolor o molestia, pero en realidad nunca tenía enfermedades. Mientras mi abuelo hacía tareas no habituales entonces en los hombres y que a él no le importaban, como fregar platos y hacer comida, sin dudar en ponerse un delantal y hacer todo lo necesario.

En invierno mi Mamadela decía que le molestaba la humedad del aire y entonces, se tapaba con un pañuelo la boca. No oía bien y había que gritarle para hablar, pero cuando ella hablaba tampoco se le entendía si no se quitaba el pañuelo que mantenía arrugado en la boca. Aún la recuerdo y aflora en mi las sonrisas de ver aquella escena típica.

Cuando fui mayor y los visitaba, me sentaba en la sala de estar con mi “Mamadela” mientras que mi “Papajuan” se salía a la terraza a fumar. Yo miraba el retrato de ella sobre el televisor y miles de veces me decía, tu te pareces a mi mucho, tus ojos son como los mios y tu porte también lo es. Y me gustaba el hecho de parecerme a ella, porque ella era bellísima.

En aquella época los abuelos eran bastante mayores, muchos vestían de negro por lutos familiares y algunas abuelas llevaban el típico moño en la cabeza que les hacía mayores. Pero en la época actual los abuelos son diferentes: llevan trajes de moda, chatean por Internet, hacen senderismo, juegan al futbol,  y bailan las canciones que les gustan a ritmo en las fiestas y verbenas. Pero lo que nunca va a cambiar es el amor y el tiempo que dedican a los nietos y nietas. Porque la relación entre abuelos y abuelas con nietos y nietas son especiales, creando lazos todavía más fuertes que los paternos y maternos.


                                       Mi bisabuelo Pepe con sus nietos                                        (mi madre la más pequeña)

Los abuelos y abuelas son los que nos hacen mirar con curiosidad el sistema familiar y a través de ellos recibir mucha información de él. Nos hablan de sus historias pasadas, de sus padres, nuestros bisabuelos, nuestros tatarabuelos…

Yo tengo la suerte de tener mucha información de mi sistema familiar hasta llegar a la rama de tataratatarabuelos. Esto es muy importante, porque cuanta más información tenga de mi sistema familiar y antepasados, más información tengo de mi misma y de mi esencia, de aquello que poseo de alto valor dentro de mi sistema y de aquellas creencias limitantes que tengo que rescatar para avanzar en la vida.


Mi tatarabuelo Jorge

Ellos murieron por los 93, 94 y 95 años. Vivieron mucho y sin enfermedades, los disfrutamos mucho y los amamos mucho, igual que ellos a todos nosotros.

La importancia de ver la genealogía en vivo es muy importante porque nos da idea de continuidad, de pertenencia y quien lo haya vivido como en mi caso, también de vinculación.

La vida familiar incluyendo a los abuelos es muy enriquecedora tanto para los hijos como para los nietos.

La importancia de los abuelos es para siempre, nosotros somos ellos mismos en otro tiempo y lugar, pero la esencia es la misma.

Doy gracias por mis abuelos: Jorge, María, PapaJuan y MamáAdela, pues en ellos me refugié, con ellos me sentí segura, con ellos me sentí especial y amada. Si en mi vida a mis padres he respetado, más aún respeté a mis abuelos que me apretaron fuerte mi manita con sus manos arrugadas. Mi corazón palpita por ellos en cada recuerdo que se mantiene vivo en mi. Gracias, gracias, gracias.

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Acerca de MarlaCoach

Coach Holístico Sistémico. Mediadora. Facilitadora de Constelaciones Organizacionales. Capacitación Docente en Neurociencias Profesora de Canto Moderno y Vocal Coach y Artístico - Formada en Diagnóstico y prevención de Patologías de la Voz, Técnica Vocal y Respiración, Conocimiento y entrenamiento de la voz. Homeopatía especial Aparato Respiratorio. Naturópata Terapia del Tacto y Maestra de Reiki
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