El don de la Ecuanimidad

Hoy, más que nunca escuchamos a diario a amigos, vecinos, gente en el supermercado… hablar de la suerte de los demás. Y desde que comenzó la crisis y conforme avanzan los tiempos, más todavía, todos opinan de todos, de sus suertes y sus desgracias.

Ayer precisamente hablaba con unas amigas de eso, de la suerte. Si tienes tal o cual cosa es una suerte. ¿Para quien?… para unos lo es y para otros no lo es. Unas veces para quien esté implicado es suerte y otras veces no.
A veces, también la suerte se empareja con la justicia, con lo justo o no justo. Y ante estas circunstancias la gente se ceba hablando de otro cuando según ellos la suerte lo ha visitado, con cierto resquemor, cierto resentimiento… Otros intentan explicar la suerte que ha tenido pero aparentando felicidad, pero en el fondo, la mayoría siente en el fondo de su corazón, que “¿por qué no él?”… Y no quiero que el lector solo piense en dinero, también hay muchas cosas que todos deseamos y que cuando las obtienen otros, y más aún como caídas del cielo, hay cierto movimiento interno que la mayoría de veces no damos importancia, pero que está ahí y que pide a gritos la misma suerte que el otro. Y esto, tarde o temprano comienza a destruirnos internamente tanto que nos va incapacitando para amarnos a nosotros mismos y en consecuencia a los demás. Y así entramos en una sucesión de sentimientos negativos y destructivos como el odio y la envidia.

¿Cuándo seremos quienes somos y comprenderemos quienes somos?…

Largo camino es este, lo mejor es comenzarlo.

Alguna vez en mis tiempos jóvenes tuve sentimientos parecidos, de desilusión cuando otros tenían ilusión por haber conseguido algo, de desánimo cuando mi esfuerzo no era recompensado y a otros sin esfuerzo obtenían grandes recompensas… En ello también iba el sentimiento no solo de sentir que yo no tenía suerte, sino también de lo injusto que era.

Después de mucho caminado, labrado, escudriñado, limpiado, depurado… en mi vida, de mirar con cierta altura las cosas, he aprendido a mirar las situaciones de la vida desde el agradecimiento por lo que tengo y tras ese sentimiento el duro trabajo por aprender del don de la ecuanimidad, aportando a todas esas situaciones una comprensión más abierta, con una mente más universal. Así, encontré la paz en mi corazón y amé mi vida, mis circunstancias mejores o peores, llenas de vida o carentes de ella, aprendiendo a disfrutar de todo ello sin críticas ni juicios sobre otros, pues cada uno llega a la verdad a su propio tiempo y lo que hoy es, llamemos suerte, para unos para otros no lo es. Y cada tiempo trae sus cosas, pues todo es un aprendizaje y como una montaña rusa se mueve constantemente por diversos caminos, curvas, baches, caídas, altos niveles, bajos niveles… y al final, todo depende de cómo lo vivamos, solo de eso.

Es difícil que las personas tengan la conciencia tan amplia que puedan mirar las circunstancias de la vida con el don de la ecuanimidad. Practicar la ecuanimidad es ni más ni menos que dejar pasar, manteniéndonos serenos en todo momento. No es fácil, lo se. Se trata de no permitir ningún juicio, sino estar siempre cultivando el equilibrio en nuestra mente, permitiendo y acogiendo lo que sucede a cada momento. Esto fomenta la confianza y la seguridad en nosotros mismos, una evolución que va más allá, que tiene altura.

A través de la comprensión le damos verdadero valor a todas las cosas.

“Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él, y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: «¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe? Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?». Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?». Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
Todo lo que a primera vista parece un contratiempo. puede ser un disfraz del bien. Y lo que parece bueno a primera vista puede ser realmente dañoso. Así, pues, será postura sabia que dejemos a Dios decidir lo que es buena suerte y mala y le agradezcamos que todas las cosas se conviertan en bien para los que le aman.”

(Tomado del libro “Sadhana, un camino de oración“, del místico y sacerdote católico Anthony de Mello (1931-1987).

 

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Acerca de MarlaCoach

Coach Holístico Sistémico. Mediadora. Facilitadora de Constelaciones Organizacionales. Capacitación Docente en Neurociencias Profesora de Canto Moderno y Vocal Coach y Artístico - Formada en Diagnóstico y prevención de Patologías de la Voz, Técnica Vocal y Respiración, Conocimiento y entrenamiento de la voz. Homeopatía especial Aparato Respiratorio. Naturópata Terapia del Tacto y Maestra de Reiki
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5 respuestas a El don de la Ecuanimidad

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